Se acercan las Fiestas Escolares en las que tendremos oportunidad de participar, convivir y realizar infinidad de actividades diversas, variadas y entretenidas. Os recuerdo que os enviamos una hoja en la que se os informaba de los concursos (fotografía, cacharros locos... ) en los que pueden participar las familias; para quien esté interesado, que me lo comunique para inscribirlo. Y para mañana hemos convocado a quienes deseen y puedan para preparar las casetas-barracas que realizamos con nuestros pequeños.
Hemos celebrado esta semana el Día de la Tierra con un mural en el que junto a nuestras manos hemos escritos nuestras ideas y propuestas para mejorar el planeta; y el Día del Libro, en el que hemos compartido nuestros cuentos preferidos y hemos preparado un marcapáginas (de Alicia, claro) para regalar a quien deseemos.
Esta semana ha tocado pera y todos hemos comido porque es muy sana y rica!!! Gracias a los padres y madres que nos ayudaron a pelarlas.
Os dejo unas cuantas fotos y un artículo-cuento para trabajar la empatía de los niños a través del cuento.
¡La
Caperucita al revés! Infunde así la empatía en tu hijo
Enseñar empatía a un niño, es decir, que sepa ponerse en el
lugar del otro y sentir sus emociones, se puede conseguir jugando. Prueba a
contarle el cuento de "La Caperucita roja"... ¡pero al revés!¡El
efecto es muy poderoso!
Seguramente, uno de los propósitos de
cualquier padre es que su hijo sea una buena persona. Es decir, que sea un ser
generoso, respetuoso y amable, lo que también hará que siempre se sienta bien
consigo mismo, en paz y en armonía.
Para conseguirlo, desde pequeñitos, una de las
primeras cosas que los padres deberíamos hacer eseducar al
niño en la empatía, es decir, deberíamos infundir, alentar y
reforzar la capacidad del niño para ponerse en el lugar del otro.
Enseñando a los niños a ponerse en la piel de
las demás personas, éstos entenderán lo que se siente cuando se nos trata de
cierta forma y les ayudará a dejar de juzgar a las personas según la primera
impresión e, incluso, a ser capaces de cambiar de opinión.
¿De qué manera se les puede enseñar la
empatía a los niños? ¡De muchas! La primera de ellas, sin lugar a dudas, es
siendo nosotros un auténtico ejemplo de la misma. Pero también podemos
transformar este aprendizaje en un juego. Si jugamos con el niño a que deje de
interpretar el propio papel para interpretar el del otro, conseguiremos
despertar sus emociones y, de este modo, aprenderá mucho más que leyendo
cualquier libro o escuchando un sermón.
Por ejemplo, sobre todo para los niños que ya
son un poco mayores, se puede recurrir al juego de poner el “Cuento patas
arriba”. Se trata de contar al niño un cuento infantil, pero
desde otro punto de vista, dándole la vuelta y explicándolo al revés. Para que
te hagas una idea, a continuación, te ofrecemos el cuento infantil de La
Caperucita roja, pero desde el punto de vista del lobo, que fue escrito en su
día por Lief Fearn. ¡Cómo cambian las cosas según el modo en como se miren!
El lobo y la Caperucita roja
El bosque era mi casa. Yo vivía allí y cuidaba
de él. Intentaba mantenerlo limpio y bonito. En un día soleado, mientras
quitaba la basura que se había dejado una caravana, escuché unos pasos. Di un
salto y me escondí detrás de un árbol y vi a una chiquilla que bajaba por el
sendero, trayendo consigo una cesta.
Enseguida, sospeché de ella porque iba vestida
de una manera ridícula, toda de roja y con la cabeza tapada como si no quisiera
que la nadie la reconociera. Está claro que me detuve para averiguar quién era.
Se lo pregunté: también le pregunté dónde iba y más cosas por el estilo.
Me contó que iba a ver a su abuela para
llevarle comida. En el fondo, me pareció bastante honesta, pero estaba en mi
bosque, desde luego, parecía extraña con esa capucha tan rara. Decidí, pues,
enseñarle lo peligroso que era cruzar el bosque sola y yendo vestida de esa
manera. Dejé que siguiera por su camino, pero me adelanté a casa de su abuela.
Cuando vi a aquella amable viejecita, le expliqué mi inquietud y ella estuvo de
acuerdo en que su nieta necesita enseguida una lección. Acordamos que la
abuelita se escondiera debajo de la cama hasta que yo la llamara.
Cuando llegó la chiquilla, la invité a que
entrase en el cuarto de dormir; yo me había acostado disfrazado con la ropa de
la abuela. La niña, toda blanca y roja, entró y dijo algo nada simpático acerca
de mis grandes orejas. Ya me habían insultado otras veces y entonces me esforcé
y le sugerí que mis grandes orejas me servían, y mucho, para oír mejor. Ella
volvió a hacer otro comentario sobre mis ojos saltones. Podéis imaginar lo que
yo empecé a sentir por aquella niña tan antipática. Y, puesto que para mí ya
era normal ofrecer la otra mejilla, le dije que mis ojos saltones me servían
para verla mejor.
El siguiente insulto me hirió profundamente. En
efecto, mi problema es que tengo los dientes muy grandes y ella hizo una
observación ofensiva sobre ellos.
Ya sé que hubiese tenido que controlarme, pero
salté fuera de la cama y le dije, gruñendo, que me iban a servir para comérmela
mejor.
Hablemos en serio: ningún lobo se comería a una
niña y todo el mundo lo sabe. Pero la chiquilla empezó a correr por toda la
casa como una loca, gritando y yo siguiéndole para tranquilizarla.
Me quité la ropa de la abuela y aún fue peor.
De repente, se abrió la puerta de la casa y apareció un enorme guardabosque con
un hacha. Le miré a los ojos y no tardé en comprender que me había metido en un
lío. Detrás de mí, había una ventana abierta y me escapé por ahí sin pensármelo
dos veces.
Me gustaría decir cómo terminó toda la
historia, pero aquella abuela nunca contó mi versión. Al cabo de poco tiempo,
se difundió la voz de que yo era un tipo muy malo y antipático, y todo el mundo
empezó a evitarme. No he vuelto a saber nada de la niña, que vestía de aquella
ridícula capucha roja, pero después de aquel día ya no he podido ser feliz
3 comentarios:
Hola antonio soy lucia me gusta mucho las cosas q hacemos en el coleun beso
Gracias profe!!! un artículo muy muy interesante. Genial idea para poner en práctica, que desde pequeñas mis niñas aprendan a ponerse en la piel de otros.
Que mayores se les ve a todos en las fotos.
Siento mucho no poder ayudar últimamente en las cositas de clase (pelar fruta,ayuda para las barracas, etc...) sabes que me encantaría, pero coinciden con mis horas de trabajo.
Un abrazo para todos.
Muchísimas gracias, Lucía y Cristina, por vuestros comentarios!!!
Publicar un comentario