Esta semana hemos celebrado el cumpleaños de Lucía Iglesias. Otro niño-a que cumple cinco añitos. Nos acompañaron sus padres y su hermano Álvaro.
Y en el Libro Viajero de los Abuelos nos acompañó la familia de Alexandro, que nos contaron muchas cosas, les hicimos muchas preguntas y nos cantaron una canción. Gracias, sobre todo a su abuelo Antonio, por hablarnos de su vida, de su infancia, de su cole, de lo que comía...
¿Cómo van los cuadernos de lectura? Agradezco a quienes están realizando labores de "mantenimiento" tanto con los cuadernos como con las bolsas. Y recuerdo la importancia de no olvidar traerlos, porque si falta alguno habrá algún niño que no pueda llevárselo el viernes. Gracias.
A partir de esta semana, de vez en cuando publicaré después de las fotos algún artículo que esté relacionado con la educación de nuestros hijos. Os animo a que dediquéis unos minutos a su lectura y reflexión, que podéis publicar en los comentarios para que nos enriquezca a todos. Gracias.
Las cosas que no debes decir a tus hijos
Estrés, agobios, problemas económicos, laborales, una mala noche y
encima un atasco. Y al final, revientas. Y con quién menos lo merece: tu hijo.
Con un grito o una mala frase que, puede parecer inofensiva, pero no lo es.
Para los niños, especialmente en su primera infancia, lo que sus padres
dicen lo toman como verdades absolutas. Si tú le repites cada vez que se
cae o tira algo: «qué torpe eres», crecerá creyendo que de verdad lo es.
Es muy importante, por tanto, cuidar lo que les decimos si lo que
pretendemos es crear desde la base niños seguros de sí mismos, confiados y
felices. Nada es más importante para que un adulto sea feliz que tener una
infancia llena de amor y confianza. Y eso es tarea de los padres.
Mónica Serrano Muñoz es psicóloga, especialista en
acompañamiento psicológico y emocional y la autora del Blog Psicología Infantil y Crianza
con Apego
¿Por qué no es conveniente decir ciertas cosas a los niños?
Es esencial conocer cómo reciben los niños pequeños estos
comentarios o actos por parte de sus padres para comprender la importancia que
tienen en su desarrollo personal. Las características evolutivas del
pensamiento de los niños durante la infancia temprana (2 a 6 años) lo explican
claramente.
Los niños se basan en lo que perciben (en las apariencias). Todo esto hace que el niño perciba las situaciones de manera
concreta, siendo aún incapaz de comprender matices no observables de la
realidad. Así, creerán lo que les decimos al pie de la letra, sin tener en
cuenta otros aspectos que están influyendo en la situación (como que estemos
nerviosos, muy cansados o enfadados y que cuando se nos pase nos encontraremos
mejor). Si le decimos "no te quiero", lo creerá.
De este modo, hay ciertas cosas que jamás deben decirse a los hijos,
más aún cuando éstos son pequeños.
Lo que decimos y lo que ellos interpretan
Uno de los comentarios más frecuentes ante situaciones de enfado es
el típico «¡Estoy harto!» o «No puedo más». Esta expresión la utilizamos con
mucha frecuencia y la asociamos a diversas situaciones. Sin embargo, cuando se
la decimos a nuestro hijo, éste entiende que nos hemos cansado de él,
simplemente.
Esta interpretación genera mucha inseguridad a los niños porque
creen que nos hemos cansado de cuidarlos, de protegerlos y se sienten
indefensos.
Otras expresiones que deben evitarse toda costa son las que
comienzan por «Eres…» seguido de un adjetivo negativo. El verbo ser indica un
rasgo, permanente, difícilmente modificable. Cuando lo utilizamos con el niño,
le estamos transmitiendo una característica que consideremos inherente a su
forma de ser (eres vago, eres tonto, eres malo, eres torpe…).
Sin embargo, si en vez del verbo ser utilizamos el verbo estar o
el verbo hacer, estaremos haciendo alusión a un estado (transitorio,
modificable) en vez de a un rasgo, y el niño lo recibirá como tal.
Así, si decimos «Lo que has hecho no está bien» en vez de «Eres
malo» o «Estás hoy un poco despistado» en vez de «Eres torpe», estaremos
comunicándonos con el niño de una manera mucho más constructiva, ya que un
estado es mucho más fácilmente superable que un rasgo.
Cuando hacemos alusiones negativas en forma de rasgos permanentes,
estamos influyendo muy negativamente en el desarrollo de la autoestima del
niño.
Asimismo, las amenazas del tipo «¡Te vas a enterar!», «Se lo voy a
decir a tu padre» o «Te vas a quedar castigado», «Va a venir un lobo y te va a
morder» enseñan al niño a respetar normas y límites en base al miedo. Esto es
del todo inadecuado, pues genera al niño mucha inseguridad y le hace actuar (o
no actuar) en función de una situación negativa externa a él.
De este modo, el niño no tiene la posibilidad de aprender sobre un
modelo actitudinal positivo, si no que aprende en base a la evitación de una
consecuencia negativa o atemorizante. Cuando el niño crece y pierde el miedo
a la consecuencia, no habrá desarrollado la capacidad de autocontrol y
gestión de las propias emociones, tan necesarias a lo largo de toda la vida.
Por otra parte, prometer cosas que no se van a cumplir, como,
por ejemplo, «Cuando te despiertes estaré aquí contigo», sabiendo que esto no
va a poder ser, genera a los niños una gran desconfianza y sensación de indefensión.
Cuando mentimos al niño, éste se siente del todo desorientado, pues
pierde la referencia segura que constituyen sus padres, al no saber si lo que
le dicen va a suceder realmente o no.
Por último, es
importante evitar chantajes del tipo «Te van a
traer carbón», «los Reyes se van a disgustar», «Este año no vas a tener
regalos». Este tipo de frases son amenazas basadas en mentiras, como
hemos explicado anteriormente. Generan desconfianza, baja autoestima e
indefensión en el niño.
La psicóloga, concluye, lo importante que es «cuidar lo que les
decimos a nuestros hijos, si cambiamos los comentarios negativos y las amenazas
por la expresión positiva de las propias emociones y necesidades, estaremos
comunicándonos con ellos de una manera constructiva y favorecedora de su
adecuado desarrollo personal».