Esta semana nos ha tocado despedir a Fátima, que finalizó su período de formación en nuestra Escuela. Esperamos que este tiempo haya sido provechoso para ella y le deseamos lo mejor en su futuro profesional y personal. La echaremos de menos.
El Libro Viajero de los Abuelos nos permitió conocer a la abuela de Ismael, con la que pasamos un rato agradable y entretenido. Muchas gracias por tantas historias y por su simpatía.
Y la clase se nos llenó de tarántulas, conejos, agapornis, cangrejos, estrellas de mar, anguilas... en fin, una sorpresa y una alegría grande para nuestros niños. Gracias a Francisco, de la clase de tercero de Infantil de la señorita Lourdes y a sus padres que nos regalaron este momento.
Os dejo unas cuantas fotos y un nuevo artículo para leer, reflexionar, compartir, comentar...
Os dejo unas cuantas fotos y un nuevo artículo para leer, reflexionar, compartir, comentar...
¿Por qué la bofetada a tiempo NUNCA es un buen método
educativo?
La crianza es un tema que provoca
muchísimos debates. Padres y madres que se enfrentan a la tarea más difícil y
apasionante de sus vidas: educar seres humanos felices. Antes se decía hombres
de provecho, ahora la preocupación va más hacia derroteros más humanos y más
íntimos: la felicidad, que sean adultos seguros, responsables,
felices. Seres humanos íntegros.
Durante mucho tiempo se tuvo una
idea del niño como un ser manipulador y caprichoso que se tiraba al suelo si no
conseguía lo que quería. Estamos hablando de dos, tres, cuatro años, que es
cuando comienzan a sentarse las bases en las relaciones paternofiliales. Parece
que muchos padres ya han entendido por fin que los niños lloran con rabia porque no saben
expresarse de otra manera, no controlan el lenguaje, muchísimo menos sus
emociones. No son manipuladores, son ignorantes en el sentido menos
insultante de la palabra. Lo ignoran todo porque son pequeños.
La bofetada no es útil
Muchos padres hacen verdaderos
esfuerzos por no perder la calma ante situaciones de sumo estrés como son las
rabietas de los más pequeños. Lo que ellos no saben es que hacer eso, no
perder la calma, es una victoria en sus relaciones de ahora, mañana y siempre.
Por eso, la bofetada a tiempo no es útil, no es buena, agrede, física y
emocionalmente al niño, como explica Olga F. Carmona, Psicóloga Clínica,
experta en Psicopatología de la Infancia y la adolescencia por la Asociación de
Medicina Psicosomática y Psicología Médica, codirectora de Psicología CEIBE y
una de las expertas de la pedagogía blanca.
—¿Pegar a los hijos es
maltratarlos? Mucha gente justifica la educación con bofetadas con la famosa
frase «una bofetada a tiempo…».
—Primero habría que preguntarse:
¿Qué es a tiempo? ¿A tiempo de qué? ¿De quién? ¿Quién se está equivocando?
¿Quién no está haciendo lo que nosotros queremos que haga? ¿Quién nos grita?
Porque en ese caso, cada vez que alguien (eso sí, a quien amemos profundamente)
se equivoque y haga aquello que nos parece mal, o nos levante la voz, o nos
contradiga, o no obedezca, por favor, les invito a que lo «maltraten a tiempo».
Da risa o estupor. O ambas.
—Si alguien llega a su
consulta con un caso así ¿qué le propone?, ¿lo debate?
—Más que debatirse
debe extinguirse. De la misma manera que durante años estuvo
socialmente bien visto en la cultura colectiva española que gritar o incluso dar
una bofetada a tu mujer era lo normal y, hoy por hoy, quedan pocos que lo
consideren lo normal, nuestra responsabilidad como profesionales, como padres y
como seres humanos es trabajar para extinguir de nuestra cultura que cualquier
forma de violencia sea válida.
—¿Por qué?
—No es ético, no es moral y
además, no funciona.
—Entonces, una bofetada no
educa…
—No, de manera rotunda. Una
conducta no cambia a través de la violencia y un cachete es violencia. Si se lo
damos a un adulto (la idea nos rechina, nos parece inconcebible) sería
violencia. Si se lo damos a un niño… ¿no? Es más débil, más vulnerable, tiene
menos información y somos su referente, su filtro, su mundo. Y su mundo no
debe agredirle.
Es un espejismo doloroso
—Sin embargo, hay padres
que dicen que les funciona.
—Lo creen porque obtienen la
conducta deseada pero tengo que decirles que es un espejismo, y un espejismo
doloroso. Lo que ese niño está haciendo es responder a unas expectativas
por miedo, para evitar el golpe, no aprende nada acerca del
porqué no debe hacer tal o cual cosa. Pero es aún peor, a través del cachete
interioriza que el cachete es válido (aunque duela) y lo repetirá para con
otros en sus diferentes manifestaciones. El cachete al niño tiene otras
presentaciones, es la ofensa a la pareja, es el abuso de poder del jefe… El
niño, de aprender algo, aprende que la violencia es una herramienta
válida, aunque sea sólo en algunas ocasiones de «baja intensidad». El
aprendizaje de esta premisa, se ha interiorizado.
—¿Realmente por qué lo
hacen los padres?
—Porque obedecen a un impulso. El cachete tiene
que ver con un impulso no con una estrategia planificada que tiene un fin, el
de educar. Ningún padre, o casi ninguno, planifican dar un cachete o
una bofeteada como parte de un plan. Suele ser producto de la
impotencia, de la falta de control y de recursos, del cansancio, del bloqueo y también, lo voy a decir, de haberlo recibido.
Así que brota de nuestro interior cuando el campo está abonado para ello. Es
verdad, a veces los niños nos llevan al límite. Es nuestra responsabilidad
aprender a no reaccionar. Somos los adultos, somos los educadores. No somos otro
niño que responde con igual pérdida de control. Estamos (o deberíamos)
ofreciendo modelos de conducta. Si perdemos el control y agredimos, también le
estamos dando un ejemplo, negativo.
Se puede cambiar la conducta
—¿Cómo ayuda a esos padres?
Porque muchos se sienten después muy mal…
—Invito a cambiar el paradigma:
¿Qué tal si en vez de justificar mi agresión para no admitir mi falta de control o de
recursos, me perdono y me comprometo a no volver a agredir a mis hijos? Si opto
por lo segundo me estoy dando la oportunidad de cambiar sin fustigarme y a
ellos la oportunidad de ser educados desde la conciencia.
—¿Escucha con frecuencia la
expresión «A mí me pegaron alguna que otra bofetada y aquí estoy tan normal»?
—Sí, muchas veces y siempre me
viene a la cabeza preguntarme ¿quién serías de no haber recibido esos cachetes?
Cuántas batallas internas, conscientes o no, has tenido que librar y cuánta
energía has dedicado a eso, y cuántos de esos cachetes no se reflejan en tu
trato hacia ti mismo y hacia los otros.
«Los niños que fueron tratados con bofetadas desarrollaron
trastornos en la edad adulta»
Sirva a modo de ejemplo un estudio
de la Academia Americana de Pediatría, en el cual se obtuvieron datos de
34.000 personas adultas norteamericanas. Las conclusiones revelan que aquellas
que fueron tratadas en su infancia con tratos tales como empujones, bofetadas,
gritos, desarrollaron trastornos en la edad adulta. Con el tiempo, aquellos que
recibieron un «cachete a tiempo» fueron más propensos (entre el 7% y
el 4%) a conductas antisociales,dependencia emocional y paranoias.
Desde la pedagogía, la psicología
y otros campos que estudian el comportamiento humano nos llega información más
que suficiente sobre las consecuencias de un modelo educativo a abolir, caduco,
pernicioso, lesivo, que ve al niño como un ser inferior al que hay que
adiestrar. Si como padres y educadores, tomamos caminos alternativos,
basados en el respeto profundo y en el amor,nos haremos mejores personas en el
intento y, con toda seguridad, ayudaremos a formar mejores seres humanos, no
contribuyendo a cronificar un sistema impregnado de violencia.
No debemos confundir firmeza con
agresión. Podemos y debemos ser padres y educadores firmes, que
establezcan un marco de juego conjunto y ofrezcan pautas, pero siempre desde la
coherencia, la prevención, el respeto y la empatía. El “cachete” nunca es a
tiempo.