El miércoles es el día de mayor variedad de actividades para nuestro grupo, con la visita a la capilla, a la sala de ordenadores, a la biblioteca, además de psicomotricidad y las actividades del aula.
Estos días hemos celebrado el cumpleaños de Daniela y el Libro Viajero de Mica (con Mica) ha estado en su casa (la semana anterior la pasó con Jaime y su familia).
En las fotos veréis la obra de arte de esta semana, y los niños-as que han participado en el cuento de "San Ignacio y las tiritas" (última actividad del cuadernillo de la Semana Ignaciana) posando con sus diplomas. El cuento decía así:
Hace mucho mucho tiempo vivió san Ignacio de Loyola, el primer jesuita que hubo en la historia. Cuentan de él que tenía muchos amigos y sobre todo se querían mucho. Uno de ellos se llamaba Francisco Javier y el otro, Pedro Fabro. Javier era muy buen estudiante. También jugaba al fútbol estupendamente. Y corría como un galgo. Fabro no era tan buen deportista, pero contaba unos chistes buenísimos. Una vez, estando todos estudiando en la universidad les dijo Ignacio:
- Amigos, me ha dicho una señora amiga de mi madre que en el Asilo de las Hermanitas de los Pobres necesitan que les echen una mano. No dan abasto con tantos ancianos que viven en la casa. Hay que ayudar a hacer las camas, bañar a los mayores y limpiar a menudo el comedor y la capilla. ¿Qué os parece si vamos el fin de semana? Después podemos jugar un partido, aunque yo me pido de portero, que me han dicho que soy mejor que el del Real Madrid.
- ¡Por mí, estupendo!- contestó Fabro.
- ¡Claro que sí!- dijo Javier. Es necesario que nos ayudemos unos a otros. Aunque a decir verdad, yo nunca he cogido una escoba, ¡no sé cómo se barre!
- ¡Qué vago estás hecho!- respondió Ignacio.
Así, todos los sábados Ignacio, Francisco Javier y Fabro fueron al Asilo de las Hermanitas a colaborar en lo que fuera necesario: ayudar a lavar la ropa, fregar la entrada de la casa, ordenar las estanterías, limpiar el polvo, etc. Un buen día, casi a la hora en que Ignacio y sus amigos se marchaban a jugar el partido de fútbol, una señora se tropezó con la esquina de la cama y se hizo una herida no muy grande. Sangraba un poquito. Ignacio pasaba por allí y le dijo:
- No se preocupe, señora, que ahora mismo le voy a poner un poquito de Betadine para curar la herida y una tirita.
- ¡Muchas gracias!- respondió la señora.
Ignacio cogió la caja de tiritas que había en el botiquín del Asilo y se la llevó a la habitación de la señora. Pero cuando llegó, se dio cuenta de que la caja estaba vacía.
- ¿Dónde están todas las tiritas que había dentro?
Enseguida llegó una de las Hermanitas llamada Magdalena y preguntó:
- ¿Dónde está Ignacio de Loyola?
- Aquí- dijo Ignacio. Soy yo, ¿qué ocurre?
- ¿Qué ocurre? ¡¡Mira todo el pasillo!!
Ignacio salió fuera de la habitación y vio lo que había pasado. Todo el pasillo estaba lleno de tiritas, como si fueran flores en el parque, tiradas por los suelos. Al coger la caja no se dio cuenta de que estaba abierta y todas se cayeron. ¡Qué horror!
- No pasa nada- dijo la Hermana Magdalena. La próxima vez, cuando quieras ayudar a alguien no puedes ir corriendo de un lado a otro. Hay que hacer las cosas con tranquilidad y paciencia, sin prisas y fijándote bien en todo lo que haces, aunque tengas cosas que hacer después.
A partir de aquel día.....................
Los finales que han inventado las familias para el cuento han sido los siguientes:
A partir de aquel día, Ignacio hizo las cosas sin prisas y fijándose bien.
Apartir de aquel día, Ignacio y sus amigos se dedicaron a escuchar y a curar a las personas, dedicando todo su tiempo, sin pensar en ellos.
A partir de aquel día, Ignacio y sus amigos se dedicaron sólo a cuidar a los ancianos, con paciencia, cariño y mucho amor.
A partir de aquel día, hicieron mucha amistad con una abuela que se llamaba Ana, y la llevaron a comer un helado y la cuidaban muy bien y le daban muchos besos y abrazos.
Apartir de aquel día, decidieron hacer las cosas tranquilos y con cariño.
A partir de aquel día, San Ignacio de Loyola empezó a ayudar a todas las personas.
A partir de aquel día. Ignacio aprendió a hacer las cosas bien, sin prisas y con calma.
A partir de aquel día, Ignacio se tomó la vida con más tranquilidad y como ya no se le caían las cosas le daba tiempo a ayudar a más personas y colorín colorado este cuento se ha acabado.
El cuento original dice: A partir de aquel día, Ignacio y sus amigos ayudaron a los demás sin importarle el partido de fútbol. Lo primero era hacer las cosas lo mejor posible, con cariño, alegría y buen humor. Todos se lo agradecerían.
